Diez años después de los atentados del 11 de septiembre, Estados Unidos ha asesinado a Bin Laden. Al parecer, se obtuvo la información sobre su paradero tras haber torturado mediante asfixia simulada a un preso de Guantánamo, lo que ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre el uso de la tortura como ya comenté hace unas semanas en esta entrada.
Sin embargo, además del curioso e irónico hecho de que un Premio Nobel de la Paz vaya a hacer de una orden suya de asesinato su gran baza electoral, me ha llamado muchísimo la atención las celebraciones y lágrimas de alegría de mucha gente por la muerte de Bin Laden.
Me ha recordado a las celebraciones tras la ejecución de Sadam Hussein o tras la muerte de Pinochet, entre otros, o las historias que he leído sobre las celebraciones por la muere de Hitler, Stalin... o sobre el agotamiento de las existencias de champán cuando murió Franco.
Pero, ¿es ético, es humano, no ya alegrarse, sino celebrar, brindar, festejar, la muerte de quien, a pesar de ser un monstruo, seguía siendo un ser humano?
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