martes, 22 de marzo de 2011

Cuando todo vale por una exclusiva

Hace apenas un mes, el 25 de febrero, el programa de Ana Rosa Quintana, El programa de Ana Rosa, saltaba a las portadas de todos los periódicos por una polémica entrevista a la mujer de Santiago del Valle, quien tres semanas después fue condenado a 22 años por el asesinato de la niña Mari Luz.

En dicha entrevista, se observa a la mujer de Santiago del Valle, que sufre un retraso mental, confesar el asesinato de la niña Mari Luz por parte de su esposo entre lloros, súplicas y ruegos de detener la entrevista, alegando que se encontraba mal. Ante esta situación, la reportera hace todo lo posible, con éxito, para continuar la entrevista y lograr la confesión.

El caso ha suscitado opiniones a favor y en contra, las más, de Ana Rosa. Numerosos periodistas, jueces, abogados, así como gran parte de la sociedad, han criticado los métodos empleados en dicha entrevista. Hoy se ha sabido que Ana Rosa Quintana declarará como imputada por dicha entrevista.

La pregunta que lanzo es: si damos por válido el acoso a una retrasada mental, ¿dónde ponemos la frontera? ¿Aceptamos la tortura como método de obtener información? ¿Aceptamos Guantánamo, la asfixia simulada, las descargas eléctricas...?

Algunos dirán que no fue acoso, sino "apretar las tuercas", "presión psicológica", y que no es una retrasada mental, sino que tiene un "ligero retraso", y que hay un mundo entre las descargas eléctricas y lo que ocurrió en el programa de Ana Rosa. Vale, puedo aceptar barco. Pero repito, si damos por válido las artes empleadas para obtener información en el programa de Ana Rosa, y por tanto aceptamos que la Policía pueda emplear dichos métodos en sus interrogatorios, ¿dónde ponemos la frontera?

Algunos dirán que si tenemos delante a un asesino o a un violador no hay que dudar a la hora de emplearse a fondo para sacar información. El problema es que nos equivoquemos, y torturemos a un inocente. Aunque bueno, para algunos quizá un inocente no importa si a cambio se detiene a cien culpables...

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