La aprobación de una ley que prohíbe llevar cualquier tipo de velo en Francia, desde el niqab hasta el burka, pasando por el hiyab, ha provocado una oleada de protestas entre la comunidad musulmana residente en Francia, cuya consecuencia ha sido que, en el primer día de su aplicación, hayan sido detenidas tres mujeres en una manifestación y una cuarta en una estación de tren.
Ante mi asombro, o ya no sé si asombrarme, no dejo de observar comentarios y opiniones de gente apoyando fervientemente la nueva ley mientras que otros, con no menos vehemencia, se oponen a dicha ley. La libertad religiosa, dicen unos; la humillación de la mujer, responden los otros. Ambos con una vehemencia, una seguridad.... Y en medio estoy yo, que boquiabierto no sé qué opinar.
Escucho las opiniones de los que están a favor de la prohibición de llevar velo y pienso: "pues tienen razón". Escucho las opiniones de los que no están a favor y pienso "pues tienen razón". Pero lo que me asombra es que ambos bandos aseguran con una vehemencia, con una seguridad, sin ningún atisbo de duda, como quien está tan seguro que dos y dos son cuatro o de asunciones universales como que el trabajo infantil es execrable.
¿Qué pienso yo? Que lo ideal sería que aquellas mujeres que quieran llevar el velo por creencias religiosas o razones culturales o cualesquiera que sean sus motivos pudieran llevarlo, mientras que a aquellas que lo llevan obligadas por sus padres, hermanos, maridos o familias se les impidiera llevarlo, multando a quienes les obligan a llevar velo.
Pero claro, no puede saberse cuál es el motivo por el que lo llevan, así que hay que tomar una decisión: poner la frontera en el sí o en el no; "cercenar" la libertad religiosa o cultural de llevar la prenda que una persona quiera, para que quienes están obligadas a llevarlo no tengan que hacerlo; o permitir que todas las mujeres puedan llevar cualquier tipo de velo, permitiendo la libertad religiosa o cultural a cambio de que haya mujeres que, sometidas a sus familias, se vean obligadas a llevarlo. Y yo no sé dónde ponerla.
Francia, un país que hace ya muchos años perdió aquel Liberté, égalité, fraternité de 1789, ha puesto sobre la mesa un tema que en Europa lleva ya unos cuantos años en la calle.
Muchos aplauden la medida con vehemencia. Muchos la critican como si fuera la mayor injusticia del mundo. Y en medio estoy yo. Mirando a través de la barrera a unos y a otros. Sin saber qué pensar, sin tener una opinión.
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