Comienzo esta sección de libros con La Fiesta del Chivo, una de las obras más conocidas e importantes del peruano Mario Vargas Llosa.
¿Por qué este libro?
Tras haber leído mucho a Gabriel García Márquez, y disfrutado con él como con pocos escritores he hecho, tenía a Mario Vargas Llosa y a Jorge Luis Borges, el gran olvidado del Nobel, entre la lista de escritores a leer en un futuro cercano. Cuando ya había casi olvidado a Vargas Llosa en detrimento de Borges, fue galadornado con el Premio Nobel de Literatura, motivo que hizo que despertara de nuevo en mí el interés por su obra y comprara dos libros suyos: Pantaleón y las visitadoras, libro que ya he leído, y el libro del que hablo en esta entrada.
Mario Vargas Llosa es uno de los escritores de literatura en castellano más importantes del siglo XX, y tenía ganas de volver a disfrutar de la obra de un Nobel leída en versión original (no hay que olvidar que, pese a haber excelentes traducciones, muchas obras pierden un poco de su esencia, sobre todo las de literatura, al ser traducidas a otros idiomas). Tras haber tenido la suerte de leer las versiones originales de numerosos libros de García Márquez o, en menor medida, de Mario Benedetti, quería volver a leer literatura sin que hubiera pasado por el filtro de las traducciones, y pensé que una buena forma era hacerlo con dos de las novelas más conocidas de Mario Vargas Llosa.
Resumen
Este libro se centra en la figura del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, quien gobernó con mano de hierro la República Dominicana durante casi 31 años, desde 1930 hasta 1961, describiendo la dictadura desde tres puntos de vista distintos: la del propio dictador, que, en los días previos a su muerte, recuerda cómo han sido sus 31 años de dictadura; la de sus asesinos que, mientras esperan en un coche para asesinarle, rememoran las razones que les han impulsado a participar en el atentado contra Trujillo; y la de Urania Cabral, la hija de Agustín Cabral, uno de los colaboradores más cercanos de Trujillo, que vuelve a Santo Domingo 35 años después de su muerte, y que rememora antes su padre y su familia lo que significó para ella la dictadura y cómo cambió su vida. En los capítulos finales, ambientados en los meses posteriores al asesinato de Trujillo, se da voz a Joaquín Balaguer, presidente de la República en el momento de la muerte de Trujillo, quien relata sus pasos en pos de una transición democrática.
Mario Vargas Llosa es uno de los escritores de literatura en castellano más importantes del siglo XX, y tenía ganas de volver a disfrutar de la obra de un Nobel leída en versión original (no hay que olvidar que, pese a haber excelentes traducciones, muchas obras pierden un poco de su esencia, sobre todo las de literatura, al ser traducidas a otros idiomas). Tras haber tenido la suerte de leer las versiones originales de numerosos libros de García Márquez o, en menor medida, de Mario Benedetti, quería volver a leer literatura sin que hubiera pasado por el filtro de las traducciones, y pensé que una buena forma era hacerlo con dos de las novelas más conocidas de Mario Vargas Llosa.
Resumen
Este libro se centra en la figura del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, quien gobernó con mano de hierro la República Dominicana durante casi 31 años, desde 1930 hasta 1961, describiendo la dictadura desde tres puntos de vista distintos: la del propio dictador, que, en los días previos a su muerte, recuerda cómo han sido sus 31 años de dictadura; la de sus asesinos que, mientras esperan en un coche para asesinarle, rememoran las razones que les han impulsado a participar en el atentado contra Trujillo; y la de Urania Cabral, la hija de Agustín Cabral, uno de los colaboradores más cercanos de Trujillo, que vuelve a Santo Domingo 35 años después de su muerte, y que rememora antes su padre y su familia lo que significó para ella la dictadura y cómo cambió su vida. En los capítulos finales, ambientados en los meses posteriores al asesinato de Trujillo, se da voz a Joaquín Balaguer, presidente de la República en el momento de la muerte de Trujillo, quien relata sus pasos en pos de una transición democrática.
Pese a ser una novela y haberse tomado el autor una serie de libertades, Vargas Llosa describe fielmente 31 años de historia de la República Dominicana, un período donde la opresión y la violencia estuvieron presentes en la vida de dicho país.
Así, durante la primera parte de la novela se relatan algunos de los acontecimientos históricos ocurridos antes y durante la dictadura de Trujillo, así como la intrahistoria de la propia dictadura, presente sobre todo en los recuerdos de Urania Cabral y en las reflexiones de los asesinos de Trujillo, quienes explican al lector los motivos por el que deciden asesinarle, mientras que en los capítulos finales se relata la transición hacia la democracia.
Además, en los últimos capítulos el lector asiste con horror a algunos métodos de tortura empleados durante la dictadura, barbaridades que se dieron en casi todas las dictaduras sudamericanas del siglo pasado, y que no por conocidas dejan de sorprendernos y nos hacen preguntarnos cómo un ser humano es capaz no ya de idear semejantes métodos de tortura, sino de emplearlos con un semejante.
Mis impresiones
Este ha sido un libro que me ha gustado bastante; me ha recordado a uno de mis libros favoritos, El Otoño del Patriarca, de Gabriel García Márquez, aunque las similitudes se encuentren únicamente en que el personaje central es un dictador.
El libro está escrito de una forma sencilla y amena, y la lectura no se me ha hecho para nada pesada. El estilo circular, de forma que los puntos de vista de los distintos personajes se van alternando en los distintos capítulos, estilo que me encanta y que descubrí con El ocho, ha hecho que no pudiera dejar de leer en ningún momento.
Además, este libro me ha servido para descubrir una época que desconocía, la dictadura trujillista de la República Dominicana, ya que, a pesar de no ser una novela histórica, describe algunos de los momentos más significativos de la dictadura de Trujillo, como la Masacre del Perejil, así como los meses posteriores a su asesinato, relatando las dificultades para alcanzar la democracia, describiendo detalladamente a diferentes personajes históricos como Johnny Abbes, jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), o Joaquín Balaguer, sempiterno presidente de la República Dominicana.
Un párrafo especial
Finalizo con un párrafo en el que uno de los asesinos de Trujillo reflexiona, en los momentos anteriores al atentado, sobre lo que ha supuesto para millones de dominicanos la dictadura de Trujillo y que, como he comentado antes, describe la cruda intrahistoria de la dictadura.
Como decía Estrella Sadhalá, el Chivo había quitado a los hombres el atributo sagrado que les concedió Dios: el libre albedrío. (...). Pero, aquello del libre albedrío lo afectó. Tal vez por eso decidió que Trujillo debía morir. Para recuperar, él y los dominicanos, la facultad de aceptar o rechazar por lo menos el trabajo con el que uno se ganaba la vida. Tony no sabía lo que era eso. De niño tal vez lo supo, pero lo había olvidado. Debía de ser una cosa linda. La taza de café o el trago de ron debían saber mejor, el humo del tabaco, el baño de mar un día caluroso, la película de los sábados o el Merengue de la radio, debían dejar en el cuerpo y el espíritu una sensación más grata, cuando se disponía de eso que Trujillo les arrebató a los dominicanos hacía ya treinta y un años: el libre albedrío.