sábado, 4 de junio de 2011

La legalidad de las ideas

Ayer, el Tribunal Supremo absolvió a cuatro neonazis a los que la Audiencia de Barcelona había impuesto penas de hasta tres años y medio de prisión "por difundir publicaciones que disculpaban el Holocausto, elogiaban el Tercer Reich y vertían opiniones favorables a la eliminación de los judíos y a la discriminación de colectivos como los negros o los homosexuales".

En contra de la tendencia de la mayoría de los países europeos, donde la sola expresión de dudas sobre la existencia o la magnitud del Holocausto está penada y contempla varios años de cárcel (Francia, Alemania...), el Tribunal afirma que la Constitución "no prohíbe las ideologías" y que "las ideas, como tales, no deben ser perseguidas penalmente por muy execrables que sean", afirmando que mientras la expresión de esas ideas no conlleven una apología de la violencia o de la incitación al odio no pueden ser perseguidas.

Con esta sentencia se entra en un terreno peligroso. Y es que no todas las ideas deberían ser legales, puesto que hay ideologías que están íntimamente ligadas con el odio y con la violencia hacia el diferente, y la velocidad de propagación de estas ideas en las personas y las consecuencias que esto puede tener son muy peligrosas.

Los que postulan que ninguna ideología debería perseguirse olvidan que el silencio y la aquiescencia ante, por ejemplo, las ideas que pululaban por Alemania en los años 30 ayudaron a que ocurriera una guerra mundial que provocó 60 millones de muertos y el mayor genocidio en 400 años, y, entre otras barbaries, una guerra civil en España que causó cientos de miles de muertos y una dictadura de 36 años.

Es muy fácil enarbolar la bandera de la libertad de expresión, un derecho prostituído por todos aquellos cuyas ideas se basan en un odio visceral a quienes no piensan o no son como ellos y que defiednen o justifican la violencia sobre otros colectivos. La libertad de expresión es un pilar fundamental de la Democracia, verdad, pero no todas las ideas pueden refugiarse bajo su paraguas; por muy fundamental que sea este derecho, cuando se pone en la balanza la libertad de expresión frente al derecho a la vida, siempre pesa más esta última.

Hay que combatir todas las ideologías que no sean sensibles con todos y cada uno de los derechos humanos y no ser cómplices con nuestro silencio de lo que en un futuro pueda ocurrir por la propagación de esas ideas. Parafraseando a Martin Luther King, "nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos."

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